viernes, 27 de septiembre de 2013

Apuko Xtrem (84km) 2013 - Por Galeote

Lo prometido: A las 5:15 ya estaba en Zaramillo. Entre los nervios y el plato de espagetis de la cena no he dormido muy bien . Recojo el dorsal y la bolsa del corredor. Todo va bastante rápido, no somos muchos. La bolsa contiene una camiseta técnica, gorra y chaqueta termica, todo patrocinado por la marca Brooks. Bastante chulo todo. Me visto de romano y organizo la bolsa que vamos a dejar en el km 48. Pantalón, camiseta y calcetines de recambio, un chubasquero, geles, sales, unos frutos secos y unas gominolas (por si acaso). Ahí me encuentro a Itxu que ya viene cambiado. Sólo quedan 15 minutos para la salida y nos acercamos a la charla previa en el frontón: señalización, normas de carrera y mucha suerte para todos. Casí sin tiempo para pensarlo se da la salida. Muchos corredores salen disparados desde el primer momento y cuando empezamos a ascender el Gongeda (659m) la serpiente de frontales iluminando el camino se convierte en un precioso espectáculo. Coronamos y bajamos al primer avituallamiento (km 9): agua, aquarius, frutos secos, naranjas y platanos. No lo habíamos hablado, pero todo este tramo los hago junto a Itxu que me va contando su experiencia en marchas largas. Comienza la subida al Ganeko (998m). Ahí saco los bastones que no volvería a guardar en toda la carrera. Nos suben derechos por las campas, sin tocar ninguna pista. Toca agachar el lomo y subir con fuerza a ritmo. Aunque está amaneciendo y el día prometía calor, en cumbre hace un frío que pela. Sin tiempo a disfrutar de las vistas, una bajada rápida para enlazar las cimas del Galarraga (902m) y Aguilatos (668m). La bajada al segundo avi (km 26) desde el Aguilatos es en picado, 668 m en menos de 3 km. Los cuadriceps empiezan a protestar y no llevamos un tercio de carrera. Subiendo al Ganeko había perdido a Itxu pero bajando nos volvemos a juntar. Antes de la carrera no creo que era propósito de ninguno de los dos hacerla juntos pero nuestros ritmos son bastante similares y aunque la mayor parte del tiempo no vamos uno al lado del otro, siempre nos tenemos a la vista o nos acabamos juntando en los avis. Toca "escalar el Eretza" (887m). Para mí lo más duro de la carrera. En 8 km ascendemos y bajamos de la cumbre a la cota más baja de la carrera. La dura subida hace que los grupos de corredores que se habían formado, se desintegren y que cada uno la haga sólo. Ya no ves otros corredores. Estás tú contra la montaña y todo lo demás que rodea a la carrera deja de tener importancia. Sólo piensas en que hay que llegar arriba. Subo fuerte (siempre a mi ritmo trotón) pero me sorprendo de lo fácil que voy regulando para arriba. Casi eufórico llego a la cumbre y como toda la carrera, sin tiempo de mirar para atrás, una bajada fuertísima por terreno de piedra suelta. Me ayudo de los bastones pero cuando llego abajo al tercer avi (km 38), el dolor de piernas es tan grande que la idea de abandonar me cruza por la cabeza. Bajando había pasado miedo pensando que en cualquier momento los cuadriceps me iban a pegar "un viaje" y a dejarme tirado allí mismo. En el avituallamiento ya hay bastantes corredores esperando que el coche de la organización les devuelva a la salida. Además nos comentan que por detrás ya vienen cortados por superar el tiempo establecido. Paramos poco, además casi no queda comida. Luego les expondríamos esta queja a la organización. El avi ha sido saqueado y los que venimos por detrás apenas tenemos comida. Además siempre es lo mismo, platanos, naranjas, frutos secos y bebida. Para mi gusto monótonos y faltos de algo "más potente", con más calorías rápidas. Saco mi bolsa de gominolas y tiro para adelante, otra vez junto a Itxu. Por delante 10 km "fáciles": ascenso y descenso al Luxar (542m) por terreno muy roto que acaba de machacarme las piernas. Ya he decidido que aprovecho el avi del km 48 donde tengo la bolsa con la ropa de recambio, para bajarme del tren. Voy cansado pero no voy con la pájara. Pero en mi cabeza solo hay sitio para el dolor. No puedo pensar en otra cosa. Le comento la decisión a Itxu que en lugar de animarme directamente a seguir para delante, me dice que coma (aquí había macarrones, sandwich y chocolate), que me cambie de ropa y que descanse un rato. Le hago caso y miro el perfil. El quinto avituallamiento está "solo" a 11 km con subida y bajada al Ubieta Mendi (632m). Es increíble lo que un poco de comida caliente, ropa limpia y 10 minutos sentado en un banco pueden hacer. Los corredores somos felices con muy poco. A mi aquello me parecía un resort de los emiratos árabes. Nos ponemos en marcha otra vez e intento centrarme en llegar al siguiente puesto. Además el tramo ayuda. El más desconocido para mí y por eso me sorprendió su belleza. Un ascenso rápido y duro y luego una cima muy larga sobre una alfombra verde. Aunque llevaba 55km en las piernas dí gracias por poder correr a buen ritmo. Al poder trotar las piernas se relajaron y parte de la tensión muscular que llevaba, desapareció como si me hubiesen dado un masaje. Tanto estaba "disfrutando" que me pasé las marcas en el lugar más fácil para seguirlas. Algunos metros de más que no me importaron. En el quinto avituallamiento (km 59) tenía que tomar "la decisión". Por delante un tramo de 15 km y el último coloso, el Ganerantz (815m). De ahí a meta un último tramo de 9 km con el Apuko por medio. Si decidía seguir tenía que ser para acabar, no me iba a quedar a 9 km de la recompensa. Ya iba muy, muy justo de fuerzas pero habíamos ganado bastante tiempo y la amenaza de quedar neutralizados ya no existía. Pensé en lo que había quedado atrás y aproveché para llamar a casa para contar que estaba bien. Esos ánimos me acabaron de hacer tirar hacia delante. No quería llegar a casa a contarles a los peques que no había podido acabar la carrera. Algún día se les caerá el mito pero por ahora siguen pensando que no hay obstáculo que no pueda vencer. La subida al Ganerantz es la única de toda la carrera que hacemos serpenteando por pista. Más larga pero más soportable, aunque a estas alturas todo cuesta esfuerzo. Me acuerdo de las historias de los montañeros que rendidos por el cansancio se sientan y simplemente de dejan morir. Y aunque estoy lejos de esos extremos, los entiendo. Habrá que mirar los tiempos de paso pero creo que fueron casi tres horas para subir y bajar el Ganerantz. Una eternidad cuando tus piernas son un puro dolor, el cansancio hace que la respiración se vuelva irregular o el frío te deja las manos insensibles (nota mental: llevar guantes). Sexto avituallamiento (km 75) por delante 9 km, bajar y subir el Apuko (561m). Las condiciones se ponen bastante duras, ha caído la noche, vamos con los frontales y hace mucho, mucho frío. Supongo que el cuerpo a estas alturas tampoco puede generar el calor suficiente. Primero nos meten por una zona de vegetación espesa donde es muy fácil pasarte una marca y perderte en plena noche en una zona de vegetación muy cerrada. Voy solo pero sé que muy cerca viene un grupo con Itxu y me dejo cazar. Mejor perderse con 5 personas más que uno solo. Al frío se une que tenemos que cruzar varios arroyos con pasos resbaladizos y un poco peligrosos. Los que han pasado de día han debido disfrutar del lugar pero yo voy cagandome en todo. Salimos del bosque y casi en vertical, encima nuestro se ven las luces intermitentes de la cima del Apuko, muy bien iluminada y marcada (como todo el recorrido). Un kilómetros de ascenso que si no llevas bastones hay que hacer a gatas. Las últimas fuerzas nos abandonan. Cima, solo quedan 5 km para meta pero llevamos ya 17 horas peleando y sé que esos 5 km que tienen otra subida, Akatza (377m) me van a llevar cerca de una hora. En este último tramo todavia recojo dos cadáveres. A uno en plena bajada se le han subido los gemelos, está estirando y me ofrezco para tirar de la puntera de los pies. Qué putada tiene que ser quedarte tirado tan cerca pero tan lejos de la meta. Aquí ya no hay nadie cerca para ayudarte. Hablo un rato con él y me dice que está mejor y que tire para adelante. A falta de 2 km me encuentro a otro que se ha parado y que me pregunta si conozco el camino y cuanto queda. Le digo que solo dos km y se pega detrás de mi mochila. Estoy tan cansado, tan dolorido, que lo único que pienso cuando estoy llegando a meta es: por fín se ha acabado. No puedo disfrutar de lo hecho, solo pienso en sentarme y tomar algo muy caliente. Aún así, saco fuerzas para hacer los últimos 200m corriendo con el mejor estilo del que soy capaz. Os acordáis de un libro de Stephen King que se titulaba "la larga marcha" pues el final es igual, cuando parece que no puedes más todavía sacas fuerzas para correr. Supongo que con los días empezaré a disfrutar de lo que he hecho. Ahora solo tengo ganas de descansar y olvidarme unos días de las zapatillas. La depresión post ultramaratón es proporcional a la depresión post maratón en función de la distancia. Una última reflexión. ¿Cuanto y como hay que entrenar para un ultramaratón? Cuanto más mejor. Pero eso no te va a garantizar ni siquiera acabar. Es la cabeza la que te hace acabar una prueba así. Buenas noche

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